Tengo frío. Paro la micro. Me subo. Me siento como siempre en los asientos cerca de la puerta trasera de la micro. Tirito. Miro hacia arriba y veo que la ventana está abierta. Me caen las gotas de la lluvia que afuera me espera. Miro alrededor. Hay mucha gente como para pararme y cerrar la ventana. ¡Qué estúpida soy! – pienso. Me decido. Lo haré. Me paro rudamente y la cierro. Me vuelvo a sentar. Suspiro aliviada. Una sonrisa victoriosa se marca en mi cara. Me siento una héroe. Soy la heroína de la micro. Alguien a mi lado me mira. Me intriga saber quién es. ¿Pensará que lo salvé de un resfrío y quiere agradecerme? Tímidamente miro a mi lado derecho. Nos miramos. Me dio una punzada en la guata. Miro al suelo. ¿Qué haría si tuviera más personalidad? Le diría “hola”. Conversaría. Lo invitaría a salir. Creo que me gusta este desafío. Siento como de a poco nuestros brazos se rozan. Me siento bien. Me relajo. Miro hacia fuera y veo que se acerca mi paradero. Me frustro. No me quiero bajar sin hablarle. Mi cuerpo grita. Sé que él tampoco quiere que me baje. Vamos, ¡háblame! Ya me voy a bajar, dime algo. Silencio eterno. Me paro. Permiso – le digo. Me sonríe. Me mira la boca. ¿Qué significa eso? Se para y me deja pasar. Se sienta. Me mira. Nos miramos. Toco el timbre. Quiero que se baje conmigo. La micro para. Se abre la puerta. Bajo un escalón. Bajo el otro. Se desploma mi orgullo. Abro la boca y le grito “bájate”! Me mira. Se para. Se baja conmigo. Está aquí, a mi lado. Mirándome. No sé qué hacer. Quiero que se suba de nuevo. Que se vaya por favor. ¡¿Qué hago ahora??!!!

Cuento escrito el año 2005. Tercer lugar del concurso de microcuentos para Equilibrios: letras, malabares y esquinas.

Foto de portada por Yomeamomas.com

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