Cuando perdí a mis primeras guaguas, amigos, familiares y otros me decían “Tranquila, esto es lo más normal del mundo”, “ Le pasa a muchas mujeres”, “ ya vendrá el otro..”. Fue tanto, que al final del día, y de los sinceros comentarios, ya no podía aguantar mis sarcásticas respuestas como: “El Cáncer es común, y no por ello duele menos cuando pierdes a alguien”. Finalmente, era un gran “Cállate”.

Hace aproximadamente ocho meses atrás supe que estaba nuevamente embarazada. Mi primera reacción fue taparme la boca y llorar. No fue un momento de alegría, sino de un terror de aquellos que te hacen abrir los ojos como si hubieses visto tu reflejo ensangrentado, o algo así.. intento decir que no estaba lista para volver a tener otra pérdida. Y es que eso pensaba “Perderé esta guagua y no me la puedo”. Me faltó el aire por unos cuantos minutos y luego entré en un ataque de pánico llorando fuerte.

Mi esposo no estaba cuando me hice el test esa tarde de verano. Estaba tan choqueada cuando vi las dos líneas rosadas que le avisé por watssapp que iba a ser papá y que se apurara en llegar. No, nada fue como un cuento de hadas ni bañado en azúcar. Esto era situación dramática. Llegó y me consoló como lo hacía siempre… pero la sensación de estar embarazada y sentir miedo siempre es un camino personal y solitario por mucho que tu pareja intente apoyarte. Y lo mismo pasa con las pérdidas.. es un camino duro y solo, porque el vínculo madre-hijo es eso.. tuyo y de tu hijo. Y cuando se muere esa persona adentro tuyo, el duelo es eso… tuyo. Es inexplicable porque cada quien vive esa experiencia desde su tolerancia al dolor y aceptación al miedo.

Con este embarazo me empecé a informar menos al principio y a evitar google. Empecé a despreocuparme si iba a nacer o no. No llamé a mi doctor tanto. No creía que pasaría las 12 primeras semanas. Sin embargo, en la eco de las 14 semanas (3 meses y medio) lo vi chupándose el dedo, con la mano en su frente y sus piernas cruzadas. Fue ahí que me vino una cachetada de realidad. ¡Mi Beltrán iba a nacer! Recién en ese momento pude sentir calma con este embarazo y le conté al mundo. Recién ahí asumí que iba a ser mamá… no con el primer test que me hice, el que más bien fue una sentencia de miedo.

Comencé a bajar aplicaciones para embarazadas, me involucré en cada segundo de su crecimiento, empecé a comer más sano y comencé a hablarle a mi hijo… el momento que tomé consciencia de su existencia comencé a ser feliz. Y a dos semanas de que nazca, entre patadas y estirones, Beltrán no hace otra cosa que decirme que existe, que acá está y que quiere vivir.

Le comencé a decir desde un principio a Beltrán que era mi “guagua arcoíris” porque los gringos llaman a los hijos post pérdidas “rainbow babies. Puede que suene absolutamente cursi (de hecho, creo que lo es), pero siento que es absolutamente apropiado. Esta persona llega a iluminarme, a acariciarme con sus colores, con sus olores, con sus lágrimas, sus risas… Beltrán es efectivamente mi esperanza, mi aprendizaje y mi calma después del dolor.

Foto por Marida Fotografía


Francisca Gallardo.

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