Me armé de valor para compartir con ustedes mi experiencia como mamá. Todo comenzó cuando tenía 15 años. Un día 13 de junio del año 2013, algo me inquietaba, algo me decía que mi cuerpo no estaba bien, intuición quizás.

Algunos meses atrás, había comenzado a pololear y inicié mi vida sexual tempranamente. Él se protegía, yo no. Hasta el día de hoy no supe que le sucedió a ese preservativo, ya que claramente no funcionó. Una semana después fui a la farmacia y compré un test con mucho miedo. Fui a casa de mi única amiga y lo hice. Justo ahí vi las dos líneas. ¡Entré en pánico y negación!

Fui y compré dos test más. Los hice y el mismo resultado. Fue un momento de angustia total, sentí como el mundo se venía encima de mí, cómo mi vida se estancaba, ¡todo mal! A la semana decidí contarle a mi mamá, quien reaccionó terrible (y no es para menos) y me echó de la casa. Recuerdo que ese día caminé toda la mañana por mi cuidad, llorando, pensando qué sería de mi sin el apoyo de mi mamá.

Llegué a la casa de mi amiga con sólo una mochila con ropa interior, lo único que alcancé a sacar entre el llanto y la desesperación de mi mamá. Viví ahí 7 días, lo más terribles porque empiezas a notar que molestas y que tenía que buscar otro lugar. La única que me acogió fue mi abuela materna. Ella me prestó todo su apoyo hasta que me reuní con mis padres. Así, a los 7 días volví a casa, todos nos abrazamos y dejamos todo
atrás. Fue difícil, muy difícil.

Cumplí 16 años y tenía 3 meses y un poquito más de embarazo. Empezaron las náuseas, vómitos y mareos, y recién ahí asumí que iba a tener un hijo. A los pocos días fui a un control de embarazo para realizarme una eco y saber cómo iba todo en ese momento. Pero notaron que algo no iba bien. La matrona estaba nerviosa llama a un doctor, luego a otro, y yo no entendía qué pasaba. Pregunté: “¿por qué estas personas me revisan? ¿qué está pasando? Ella me responde que algo andaba mal que no escuchaba los latidos del corazón y que estaba con algunos centímetros de dilatación.

Intentaron escucharlo una vez más y por fin escuché sus latidos. La matrona me miró y dijo “te quedarás acá al parecer, perderás a tu guaguita porque tienes síntomas de un aborto espontáneo”. Me llevaron a una sala, me pasaron unas toallas y me iban a ver a cada cierto tiempo para escuchar los latidos y revisar cómo iba la dilatación. Yo creo que eso lo hizo Dios, me probó para ver si yo podría con ese bebé. Me aferré a todos los santos y a mi guagua. Le pedía que no me dejara.

Lloré mucho. No dormí en toda la noche y cuando amaneció, me revisaron y estaba todo bien. El riesgo había pasado y desde ahí nunca más nos separamos. El resto del embarazo fue agradable, me sentía súper bien y muy activa. Y de repente… ¡llegaron las 40 semanas! Un día 21 de febrero del 2014 a las 6 am, llegaron las contracciones y el dolor más grande que había sentido en toda mi vida. Cero anestesia (el parto fue en un hospital) por más que la pedí nunca llegó, – lo malo de los hospitales -.

Pasó la hora y a las 16:25 nació mi Benjamín midiendo 50 cm y pesando 3 kilos 320 gramos. Simplemente… ¡lo mejor de mi vida!!! Hoy ya tiene 1 año 7 meses, les sorprendería lo tierno y mamón que es. ¡Y es todo para mi! Ya tengo 18 años, estamos a la espera de la casa propia con su papito, entregándonos los 3 mucho amor y siendo muy felices!!!

Carla Aedo.

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