Hoy quiero homenajear a mi mamá. No sólo porque estuvo recientemente de cumpleaños, sino que porque desde hace dos años y siete meses atrás, me di cuenta que, efectivamente y más allá de la parte biológica, soy su hija por donde se me mire.

A ver, me explico. Aunque nos amamos profundamente, hemos tenido a través de nuestras vidas una relación bastante intensa (como toda madre e hija, ¿no?). Nos peleamos, nos arreglamos, nos gritamos y nos abrazamos. Casi como una relación bien pasional con algún pololo. Pero desde que nació Julián, debo confesar que he ido de a poco entendiendo no sólo su manera de pensar, sino que me he visto reflejada en tantas cosas que a veces me llega a dar risa. Me acuerdo cuando era más chica, cómo me desesperaba cuando mi mamá entraba a mi pieza a ver si había dejado ahí las llaves del auto, o su cartera, o cualquiera de sus prendas que siempre estaban repartidas por la casa. ¡Me cargaba! Y obvio, hoy me río sola cuando voy saliendo apurada a la oficina y mis llaves no están por ningún lado.

Ahora me escucho hablarle a mi hijo, o leerle un cuento por las noches, y no puedo más que sonreír al escuchar la misma entonación que usaba mi mamá conmigo al contarme una historia. De hecho mi marido me dice que le hablo exactamente igual a Julián que como le habla mi mamá a mis hermanos. Y entre ésa y las miles de cosas tan cotidianas que me hacen darme cuenta lo mucho que me parezco a ella más allá de lo físico, me digo, bueno, al fin y al cabo soy bastante normal así que claramente, ¡no lo hizo tan mal!

¡Sólo espero haber heredado también la buena genética, porque siempre creen que somos hermanas! 😉

¿Se parecen ustedes también a sus mamás en la forma de ser con sus hijos/as?


Daniela Vilensky (Self Little Mess)

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