Ya les he contado sobre por qué viajar a Nueva Zelanda, cómo postular a una visa Working Holiday, y a cómo organizar el viaje, así que ahora es el momento de contarles cómo fue mi experiencia trabajando en ese lugar. ¡Una real aventura!

Auckland fue la primera parada. Curiosamente (bien pava!), llegué con 2 maletas repletas con mucha ropa de oficina, porque mi idea fue siempre quedarme en la ciudad buscando trabajo dentro de Agencias de Comunicaciones o áreas de Marketing. Y a pesar de mi buen inglés y buen CV, fue muy difícil y la verdad, cuando llegué allá tampoco tenía tantas ganas (recomendación, vayan dispuestos a cualquier trabajo y lleven el menor equipaje posible).

Llevé impresos varios CV´s en inglés desde Chile. Así me ahorraba unos dólares sin tener que ir a Ciber Café y usar la impresora o fotocopiadora. Con Carla, mi amiga con la que nos unimos en el viaje, empezamos a repartir todos los días nuestros papeles, para ver si alguien quería que trabajásemos en su local. A ella la llamaron de un restaurant que vendía unas salchichas alemanas, que quedaba en nuestro hotel. Y a mí, de un restaurant mexicano. Es común que el primer día de trabajo no te paguen, así que cada una partió al suyo a probar suerte.

Mi experiencia en ese restaurant fue terrible. El dueño era irakí y me trababa peor que a una mosca. Entendí luego que eran muy machistas, pero en un minuto me empezó a hacer sentir muy incómoda acercándose mucho, literalmente mucho. Y no, no era la gracia trabajar en un lugar donde lo pasara mal. Así que por suerte al par de días me llamaron de otro restaurant, uno de carnes que quedaba también, debajo de mi hotel. Fui a la entrevista y quedé. Pagaban 13 dólares (kiwis) la hora, más propina. Ahí estuve 3 meses, con el resto de meseros que eran actores y así pagaban su arriendo. Al principio me gustaba el trabajo y me sentía de vacaciones. Me tocó trabajar en Navidad y Año Nuevo hasta las 23 horas, ganando muy buenas propinas.

En general los kiwis no son muy buenos para dar propina, pero tuve suerte. Con harta sonrisa y personalidad, casi siempre me preguntaban de dónde era. Me gustaba recomendar vinos (aunque nadie en el restaurant sabía que en Chile vendían vinos) y de a poco aprendí a ser mesera. Obvio que me confundí en algunas órdenes y a veces me costaba entender el acento kiwi. Así que les recomiendo que empiecen a practicar el oído en youtube si es que planean ir para allá.

Un día, una mesa me dejó 80 dólares de propina y la Host (anfitriona, novia del dueño), se empezó a poner pesada. Muy pesada. Y decidí renunciar. Di el aviso y les dije que me iría en 2 semanas, lo que fue un grave error porque fueron una pesadilla. En ese momento ya no vivíamos en el hotel, nos habíamos cambiado a un lugar donde estaban nuestros amigos, una especie de hostal – que en ese entonces era sólo un edificio con habitaciones -, que fue donde mejor lo pasé.

Una vez sin trabajo, le dije a Carla que me quería ir al sur, a buscar trabajos en los campos porque ya estaba con ganas de salir a conocer. A ella también le pasaba lo mismo así que decidimos buscar trabajos disponibles. Contactamos a un empleador en un campo de manzanas quien dijo que nos recibiría para trabajar. La ciudad se llamaba Hastings y yo conocía a un chileno que estaba ahí. Compramos los pasajes en bus y partimos.

Cuando llegamos, los hostales estaban repletos así que no teníamos alojamiento. Llamé desesperada a este chileno quien nos fue a buscar y consiguió dónde quedarnos un par de noches. Luego nos alojó otra persona de Couchsurfing, quien fue una gran ayuda. Finalmente no trabajamos en el campo de manzanas porque nunca pudimos contactarnos con el que nos había dado el trabajo, pero por suerte al par de días conseguimos alojamiento en un hostal, quienes además te ayudaban a buscar trabajo. Así empezamos con el primer trabajo en el campo, que fue recolectando arándanos.

La verdad es que a mí me encantó hacerlo. No hay stress, sólo el campo, tus audífonos y tú. Sí, hace calor y sí, se trabaja harto (de 7 am a 7 pm), pero si escapaste de tu ciudad y rutina, estarás haciendo justamente todo lo contrario a eso. Yo tenía a mis amigas, llegaba al hostal a tomarme mi cerveza y pasarlo bien con quienes vivían ahí, y así duré 1 mes. El sueldo tampoco era tanto (aprox. 500 dólares kiwis semanales), así que con mi amiga buscamos otro trabajo extra: en una fábrica de calabazas. Eso significaba despertarnos a las 5.15 de la mañana para llegar a las 6 am al trabajo y estar unas 5 horas dando vueltas calabazas y luego volver al campo de arándanos a sacar los que nadie había cosechado aún. Duré poco eso sí, porque al par de días mis dedos estaban con tendinitis, pero definitivamente pagaban mejor que en los arándanos.

Cuando se empezaron a acabar los arándanos, me fui con mi novio de ese entonces a seguir el trabajo de los kiwis. Llegamos a Tepuke, la ciudad de esa fruta. Primero probamos trabajar cosechándolos pero yo soy baja y me costaba mucho trabajo sacar los kiwis. Esto se hace con unas mochilas enormes que te pones en la parte de adelante, y que tienes que ir llenando. Y cuando la llenas, te vas a una caja de madera enorme donde se van depositando los kiwis. Algunos pagan por kilo, otros por hora. Pero yo no aguanté eso, así que me fui a buscar trabajo a una fábrica. El trabajo era ir poniendo los kiwis que salían disparados de unas máquinas, en unas cajas. Los hombres llegaban luego a cargar esas cajas y llevarlas a un depósito. La jornada laboral en un principio fue de 17:30 a 23 horas y no me gustaba nada porque perdías todo el día, pero por suerte al par de semanas logramos que nos cambiaran al turno de la mañana, que era más fácil y podías llegar a descansar. Así que después trabajé de 08:00 a 16:30 horas. El pago eran 600 dólares kiwis a la semana aprox., que servían para pagar el arriendo, la comida y ahorrar. Eso sí, habían chilenos aperradísimos que vivían afuera de la fábrica en una van y trabajan doble turno para hacer dinero más rápido y así irse de viaje antes.

Finalmente, cuando se acabaron los kiwis, me fui a otra ciudad llamada Blenheim, donde estaba el trabajo de las uvas. De verdad aquí yo ya odiaba los campos y la vida de hostales. Me tocó uno asiático donde el olor a comida me tenía mal. Mis jefes eran indios y nos trataban pésimo. El trabajo consistía en ir cortando las ramitas de las parras, mientras los hombres las iban amarrando con unos alambres. Esto, en invierno, con frío y barro. Te pasaban a buscar tus mismos jefes a las 6 de la mañana (cobrándote 5 dólares kiwis diarios por el traslado) y te llevaban a las viñas. Ahí estabas todo el día. Cuando se ponía a llover se acababa y sino, seguías hasta las 16 horas. El pago tampoco era 500 – 600 dólares kiwis pero si eras de las rápidas tal vez ganabas un poco más. No lo sé porque nunca fui de las rápidas (en los arándanos sí!). A diferencia de los arándanos, sacar uvas fue detestable.

Conozco personas que se dedicaron a trabajar en hoteles/hostales, lavando barcos, en cafés, en los campos, de meseros, en las cocinas, en campos de ski, en fábricas (frutas y chocolates), y bueno, la experiencia de trabajar y viajar siempre es un plus en la vida. Yo lo volvería a hacer (menos las uvas). Cualquier duda, pueden escribirme hola@iamcanguro.com.

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