Historia de madres: ¡¿Qué me dijiste?¡

Me fui a Maitencillo con mi familia (papá, mamá, hermana, cuñado, hermana, cuñada, dos sobrinas y obvio, Emma y Juli) y almorzamos, vimos películas y un montón de actividades de juego, pero después de 5 horas en el departamento las niñitas ya querían acción (lo que significa ir a tocar la arena).

Así que armamos el campamento ⛺️ (todo lo necesario para que no pasen frío, no se aburran, no tengan hambre y lo que todas sabemos, en el auto) y partimos a la caleta para poder mostrarles los pelícanos y gaviotas, mientras paseábamos por la feria artesanal (muy mala idea si no quieres comprar nada pero eso no es parte de esta historia).

Al estacionarnos en el borde costero, estaba repleto de autos (obvio, fin de semana largo), y justo, juusto, encontramos dos espacios juntos, pero la buena suerte traía consigo que el lado para bajarse (el que da a la vereda), tuviera un río de barro por lo que había que ponerse creativo para bajar por el otro lado, que justo daba a la calle.

Mi papá me ayudó a bajar a Emma, mientras yo me metía al auto a sacar (de todos los amarres que tiene la silla) a Juli. Mi idea era bajarme primero para que ella me siguiera, pero como las cosas cuando tienes hijos cambian el 90% de las veces a su manera, la solté y salió disparada para bajarse (repito, para el lado que da a la calle y con la puerta abierta).

Y en eso, la agarré bien fuerte mientras ayudaba a bajarla (yo arriba del auto) y hacia todo tipo de posiciones de yoga 2.0 para mantenerme en equilibrio tratando de bajarme con una mano agarrándola con la otra.

Cuando levanté la vista, vi el auto que estaba esperando que yo me pudiera bajar (porque con la puerta abierta no podían avanzar fácil, como en la mayoría de las playas de la V región). Yo pensé: – qué amorosos, cómo me esperan, yo haría lo mismo -, pero la verdad era que estaban haciéndolo para pasar al lado mío y gritarme:

– Oye, te pasaste! Podi tener un poco más de tino y bajar a tu hija por el otro lado?
– Pero es que no se puede caminar por el otro y salió dispar…
– ¡Ten un poco de cuidado con tu hija, en serio, qué onda lo mala mamá, cuídala, eso no se hace! – y seguía hablando mientras yo ya dejaba de escucharlo y en un ataque de impresión, ira y angustia le grité...
– ESTÚPIDO (perdón por mi francés, pero sencillamente, se me salió)

¿Por qué?

– ¿Por qué mejor no paras como un ciudadano que vive en sociedad y me dejas bajar tranquila en vez de esperarme para juzgarme desde tu ventana sin hijos?
– ¿Por qué no guardamos lo obvio para otro momento de tu vida? ¡Sé que estoy en una situación que no había previsto pero ey… ¡ya estoy en ella!
– ¿Por qué no te guardas tu comentario que nadie te pidió?
– ¿Por qué no te vas a tratar de hacer el cool delante de tus amigos, a otra parte?
– ¿Por qué no te bajas a ayudarme? ¿Ah? ¿¡AH!?

Comparto mi historia para desahogarme y decirle a ese hombre que… a mí también muchas veces me dan ganas de decirle cosas a las mamás y papás, pero me callo porque no son mis hijos y es muy desubicado que me meta. Así que lo invito a una próxima vez, juzgar en silencio.

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