Supe que estaba embarazada un mes y medio después de haber cumplido mis tan esperados 18 años. Tenía un cierto presentimiento, una sensación nueva, por eso me hice 3 test de embarazos y todos salieron positivos. Yo me reía de puros nervios y aún viendo las dos rayitas, no lo podía creer. Conversaba con mis amigas y parecía todo tan irreal. Tiempo después lo fui asumiendo con el apoyo de mi pareja y de a poquito empecé a querer a mi hijo que se estaba formando dentro de mi panza. Tuve un embarazo normal, sano y estaba todo bien en los controles, ecografía, etc.
Tenía fecha para el 19 de febrero de este año y el 25 de diciembre del 2014 empecé con contracciones, las cuales ignoré (ya que había sentido antes y me habían dicho que eran “falsas contracciones”). Pensando que era normal y como aún faltaban semanas para mi fecha de parto, no le tomé mayor preocupación al asunto. Pasé toda la noche con mucho dolor, trataba de dormir y no podía, y el viernes 26 en la mañana tipo 8 am tenía que ir a hacerme los últimos exámenes del embarazo, llamé a mi ginecólogo y le conté que estaba con contracciones y me dijo que fuera a urgencia. Pasé a urgencia y me monitorearon, después pasé a otra sala para que me hicieran una ecografía y el doctor me dijo que estaba con 3 de dilatación y que mi hijo iba a nacer.
Sí!!! Mi hijo iba a nacer y yo no estaba preparada Me trasladaron al hospital que me correspondía y me pasaron a pre-parto. Sentía tantas cosas, dolor, miedo, desesperación. Estuve 15 horas en pre-parto y sólo dejaron entrar a mi pareja 5 minutos en todo el día, lloraba de puro miedo, no quería estar sola y en el hospital donde estaba nadie te pescaba, tenía que estar siempre semi-acostada o te retaban, no podía siquiera ir al baño. Los doctores trataron de retrasar el parto el mayor tiempo posible, hasta que a las 2 am empecé a sentirme muy mal, y sentí esa sensación cuando tu hijo ya va a nacer. La doctora hizo tacto y se rompió la bolsa, me pasaron a otra sala, y me decían que me callara por qué yo estaba llorando y gritando. Cuando estaba lista para pujar, pujé y sentí el dolor más grande de mi vida, pujé otra vez y en menos de 5 minutos nació y llegó mi hijo a las 32 semanas de gestación, a las 2.30 am en un parto natural sin anestesia.
Sentí un pequeño llanto y lo pusieron en mi guatita mirando hacia el otro lado, pedí verlo y me lo negaron y de inmediato se lo llevaron a neonatología, después traté de dormir un poquito y a las horas más tarde tipo 12 de la mañana fui a conocerlo. Estaba en una incubadora, era tan pequeñito, tan frágil y estaba conectado a un montón de maquinas. Mi chiquitito tan sólo pesó 1,850 kg y midio 40 cm.
Unas 3 semanas después, nos dijeron que nuestro hijo estaba de alta pero que teníamos que ser papas canguros. Nos explicaron en qué consistía el método canguro y nos encantó. Ese día salimos del hospital y todo fue nuevo.
Los primeros días estábamos asustados, no sabíamos qué hacer y cómo hacer las cosas. Pasamos unas semanas con nuestro hijo piel con piel y fue el mejor remedio para los tres, la mejor conexión, la mejor sensación.
Hoy Vicente tiene 10 meses, es un niño precioso, fuerte y sano, y a pesar de haberlo tenido a mi corta edad me he dado cuenta que todo pasa por algo, y que siempre se puede más, todo este tiempo y todo lo que hemos aprendido lo hemos hecho solitos los tres. Doy gracias por la familia que estamos formando, sin duda para mi pareja y para mí, nuestro hijo; el mejor regalo.
Loreto Jiménez.