Vida Real: Mi hija nació prematura

Esta entrevista fue hecha con mucho cariño (siempre las hago con mucho cariño pero ésta en particular con un cariño sanguíneo) porque se la hice a mi hermana, que vivió todo el proceso de una mamá con hijo prematura. Mi sobrina Anto decidió adelantarse y pude ver cómo era el proceso de los papás con hijos prematuros.

Aquí, Bernardita,  mi querida hermana, cuenta  cómo vivió el proceso de tener a una hija prematura de 33 semanas.

No recuerdo cuántas semanas pero desde el verano que ya sentía contracciones chicas, pero me decían que era normal. Las contracciones fuertes las empece a sentir el mismo día en que nació la Antonia… imposible no acordarse de eso. Tenía 33 semanas.

Estaba en mi casa, en la mañana, y estaba mojando un poquito los pijamas. Después de pasar por 4 pijamas y preguntarle a mi hermana si lo que estaba pasando era normal, decidí llamar al doctor por que pensaba que me estaba haciendo pipí. El doctor me dijo que mejor fuera a urgencias, ya que podía ser una infección o que había roto la bolsa, y así me veía el ginecólogo de turno y salíamos de las dudas. Yo no sabía explicar muy bien lo que era, ya que había escuchado que cuando se rompía la bolsa, era un chorro de agua y esto era muy poco. Me puse nerviosa, igual pensaba que podía nacer la Antonia con 33 semanas, así que me puse a ordenar la ropita que tenía para lavar y a organizar el cuento para pedirle a mi mamá que me ayudara, ya que no tenía nada listo. Llamé a mi marido para decirle que tenía que ir a la Clínica, pero le bajé el perfil al asunto para que no se asustara, ya que estaba nervioso últimamente con el tema del embarazo. Me pasó a buscar y no pude evitar ponerme ultra sensible por no saber lo que pasaba.

Me angustié un poco. Solo pensaba en que no había lavado su ropa y no había armado su cuna. Me costaba aterrizar lo que se venía. Igual estaba feliz… eran sentimientos encontrados. Ya quería que saliera pronto porque no había sido un embarazo bueno, pero me daba nervios saber que era muy luego y que tal vez los pulmones no estaban muy desarrollados. Ahí me inyectaron corticoide para desarrollarlos lo más posible.

Fue muy larga la espera para que me dijeran que nacería ese día, ya que esperaban los resultados de los exámenes para ver si tenía una infección en el líquido amniótico. Estuve 10 horas entre que llegué a la Clínica y esperaba los resultados. Después ya no aguanté más, estaba dilatada y me pusieron la maravillosa anestesia. Luego pasaron como dos horas más para que naciera la Anto. Después de la anestesia fue todo maravilloso.

Fue súper. Si no hubiera tenido que esperar tanto para los resultados, hubiera sido todo increíble. Estaba tan cansada que antes del parto me quedé relajada durmiendo. Mi marido también estaba durmiendo en un sillón. Entró el doctor y me dijo que me iba a revisar y sacó a mi familia para afuera. Ahí se empezó a vestir con su bata verde y entendí que ahora venía el minuto y que había sacado a la gente sin decirles lo que se venía para que estuviéramos tranquilos nosotros. La matrona nos dijo que era nuestro minuto, que dejemos los celulares y el contacto con la gente de afuera para que podamos disfrutar lo que se viene como familia. Estaba asustada sabiendo que la Antonia venía con poco peso la Antonia y me estaban preparando para decirme que se tendría que quedar en incubadora por un tiempo hasta que desarrollara bien sus pulmones. Y también me preparaban para explicarme que no se podría quedar mucho tiempo conmigo una vez que naciera. Me dicen que empujé y recuerdo que hacía el show de poner la “Cara de empujar” por que no sentía nada y no sabía si realmente estaba pujando o era el doctor que hacía su parte. Fue muy rápido. “Antonia, la apurete” (como le pusimos), estaba lista para salir hace rato, y después de pujar 3 veces me preguntaron si quería ver cómo salía. Dije que sí, y me sentaron y vi a una cosa muy cochinita salir de mi cuerpo. Veía a mi marido que se le salían unos lagrimones y que todos me felicitaban, pero yo seguía sin aterrizar.

Me la pusieron en el pecho mientras la limpiaban por unos minutos y se la llevaron a hacer exámenes. Cuando me la sacaron entendí que había sido mamá y quería saber cómo estaba, cuántos dedos tenía y estar con ella. Le decía a mi marido que le contara los dedos y que le sacara muchas fotos. Al rato se la llevaron en su incubadora y no la pude ver más hasta el otro día.

Al principio no lloraba, solo se movía. Cuando lloró un poco pensaba que estaban bien sus pulmones. La imaginaba tan distinta y cuando la conocí vi por primera vez fue una emoción tan, pero tan grande. ¡Era idéntica a mi marido!

Para sorpresa de todos, venía con más peso del que pensábamos. Era enorme para su edad gestacional, como una guagua de término. Pesó 2.7 kilos y midió 47 cm.

Muy poco, menos de 10 minutos.

Irme de la clínica sin ella fue terrible. No estaba preparada para eso. Me dio una angustia horrible y mucha pena. Cuando llegué a la casa y pasé por su pieza me puse a llorar y no entendía que había pasado y por qué salió antes de tiempo. Uno piensa que se vendrá a la casa con su hija y que todo será normal, nunca piensas en estas cosas. La Anto estuvo 2 semanas en la clínica, con un equipo de personas increíble, cariñosas y empática con los papás. Estaba muy bien y estuvo por poco tiempo en comparación a otros niños de la UCI de la neo. Es super fuerte y triste ver a tu hija con cables, monitores, sonda, suero… no poder tomarla cuando quisieras o poder darle papa. Iba lo más posible, sobre todo cuando le tocaba su hora de comida y en las noches cuando la pesaban. Durante los primeros días, al venirme a la casa, era triste, pero el cansancio te empieza a pasar la cuenta y también entiendes que está bien cuidada. La Anto tenía que desarrollar la succión y deglución, para poder alimentarse. Fue toda una experiencia ir viendo como bajaba y subía de peso, era frustrante.

Fue increíble irse de la clínica. Llegamos y listo, a dormir y dar papa. Ahora se venía lo bueno. No dormimos nada la primera noche, pero ya nos fuimos relajando con sus ruidos, los horarios y todo lo que es tener una guagua en la casa.

Ternura…. y apurona!!!

 

Confíen en la gente que la cuida, pregunten todo. Lo bueno es que después de lo malo de estar lejos de tu hijo o hija, cuando se viene a la casa ya tiene horarios establecidos, sabes cómo darle papa bien, cómo mudar, por lo que es como haber tenido una enfermera contigo. ¡Mucho ánimo!

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