Las Naranjas de Tortosa

Una de las principales diferencias entre mi vida actual y la que dejé atrás hace 6 años, es que ahora alguien sigue mis pasos. Emma, por ser mi hija mayor, se encuentra viviendo una multitud de recuerdos que también son míos. En aquellos lugares donde yo jugaba cuando era niños, ella reproduce los mismos gestos para obtener los mismos resultados que yo entonces.

Todo empezó cuando llegamos a Francia. En verdad un poquito antes, cuando mi madre me mandó por mail una foto mía de hace 27 años, jugando en la nieve delante de mi casa en Francia. Ponía en el mail que la foto fue tomada el día en que regresamos de nuestro primer viaje a Chile en 1991. Entonces tenía 3 años.

Para mí este día simboliza la primera vez que vi, toque y jugué con la nieve. Bendito por los dioses como diría mi madre y por la magia que nos acompaña en nuestro viaje, de nuevo Francia se cubrió de nieve. Hace muchos años que no nevaba así, y para acoger Emma y su hermana, “Mariane” puso su vestido mas puro. Disfruté ver a mi hija jugar y desenvolverse en la nieve, donde yo 27 años antes había vivido lo mismo.

Para mi, llevar Emma y a su hermanita, a comprar el pan todos los días antes de ir al colegio, es vivir de nuevo mi infancia. A veces le compro los mismo dulces que yo compraba, ¡Sí, los mismos! Malabar, para hacer burbujas y “Tête Brulée“, una porquería ultra ácida que hay que aguantar en la boca y esperar a que se vuelva dulce. Ella, por primera vez hoy, se atrevió a ir a comprar sola a la Boulangerie – “2 baguettes et 2 pains au chocolate” – le dijo a la panadera, en esa panadería que queda a 20 metros de la casa. Pero a la panedera no le quedaban pancitos de chocolate por lo que eligió unos mejores, y volvió a casa con nada menos que un “éclaire au chocolat” et une “religieuse“! Se los devoró orgullosa.

Resulta que si Emma está descubriendo a su papá Francés, también está descubriendo a su papá Español. Claro, desde que soy niño veraneo en España por lo que tengo muchos recuerdos y amigos ahí. España, Cataluña, Aragón … un sector del mundo único. Habitado desde la noche de los tiempos, conquistado por persas, cultivado por los romanos y edificado por los moros. Sus paisajes son maravillosos, tantos en verano con sus campos de trigo reflejando lo dorado del cielo azul, como en invierno con sus suaves almohadas rellenas de flores de almendros.

Valles, ríos, campos y bosques, piedra milenarias mezclado con poetas y artistas, como mi padre y sus amigos. Pasé mi infancia por estas tierras, haciendo excursiones, picnic o exploraciones. Algunas se repetían, como ir a la fonda de Pedro y Montse, y otras eran únicas, como recoger de mis propias manos, naranjas del porte de mi cabeza. Por eso, cuando hace unos días estábamos en la Fonda de Beceite y se dio la oportunidad de ir a recoger naranjas, no dudé un instante en volver vivir esta experiencia, esta vez acompañado por mis hijas. Y de nuevo, sentí esta sensación única, de que alguien siguiendo paso a paso, el camino recorrido hace tantos años, con mis hijas gozando y saboreando el perfume único de las “toronjas de Tortosa”.

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