El otro día encontré mi fotolog, lugar donde iba guardando momentos importantes de mi vida desde el 2004 al 2008 y donde me dedicaba a escribir relatos, cuentos cortos y banalidades. Hoy tenemos muchas redes sociales, y a pesar de las críticas por contar demasiado de la vida, a mi me encantan. No sólo puedes retomar algo de tu vida desde cualquier lugar del mundo (ya que todo está online), como una especie de diario de vida, sino que además sirve para almacenar todo.

Discos duros, computadores y celulares han muerto en mis manos, perdiendo toda la información. Todo lo que tengas guardado online, perdura para siempre. Hoy me encontré con esos años de mi juventud viajera, y reviví historias y otras cosas muy entretenidas. Al ver qué ha sido mi vida, puedo decir con todas sus letras, que una aventura. Lo he pasado increíble y también me han desgarrado el corazón. Eso sí que es vivir.

Quiero compartir con ustedes una historia que encontré en mi fotolog. Es la historia de una mascota que tuve, un pez llamado Flipper.

«Tengo dos peces: uno bueno, Flipper que es naranjo y chiquitito, y uno malo, Gallina, que me cae mal y que se cree la muerte porque es grande y con los adornos (supiera que estaba en oferta).

Siempre escuchaba que peleaban cuando apagaba las luces. Mejor dicho, que Gallina perseguía al pobre Flipper, y como resultado de estas persecuciones, Gallina le terminó comiendo la cola a mi pobre Flipper, quien ahora no puede nadar ni defenderse porque no tiene fuerza trasera, y sólo flota mientras el otro le pega. ¡Cobarde!

Pobre mi pececito, se va a morir por culpa de su primo el malo. Y tengo pena. No tengo cómo, ni sé cómo ayudarlo, sólo esperar que se muera, ¡Y no quiero!

La primera vez que compré un pez, fue gracias a la idea de un pololo que encontró que mi hermano chico iba a estar feliz si le regalaba eso. Y sí, fue feliz, pero por una semana ya que nos fuimos de vacaciones y le encargamos el pececito a mi vecina. Amablemente le dio demasiada comida y el pez murió de sobredosis de comida.

Mi hermano y yo teníamos tanta pena, que nos compramos otro, tan lindo, radiante, amigable y tierno. Su nombre era Flipper 1. Nos dio pena que estuviera tan sólo y sin rumbo en la pecera. Con sus ojitos negros nos pedía que le lleváramos compañía.

Así que le fuimos a comprar un amigo, que cuando lo vi, supe inmediatamente que era malo: tenía ojos y nadaba como rudo y autoritario, como no teníamos más plata, ése fue el que tuvimos que comprar.

Lo metimos a la pecera y cuando apagábamos la luz sentíamos unos ruidos extraños. Pensamos: «oh, qué bien, Flipper encontró una amiga», pero cuando prendíamos la luz, veíamos al cara de malo persiguiendo a mi hermoso pez!!! Lo empujaba mientras Flipper me miraba pidiendo ayuda. Pero no hice nada.

Resulta que un día, mi lindo pez amaneció siendo un pescadito. Estaba en el fondo de la pecera y había dejado de respirar. Lo tuve que tirar por el water mientras lloraba y lloraba desconsoladamente. Lo peor fue cuando le tuve que contar a mi hermano, quien también lloró por Flipper y dijo que no quería más mascotas, que cuando se iban era para puro sufrir. Después del funeral tuve que ir a la universidad, pero no podía parar de llorar por Flipper, y la culpa me estaba matando. Todos mis compañeros se reían.

¿Será anormal encariñarme de un pez? Hasta sufrí de pena cuando se murió mi planta que era de verano y no supe como cuidarla en invierno. ¿Seré muy llorona? Sé que los que me conocen dirán: SI, es muy llorona, y la verdad es sú. Estoy sufriendo por un pez y he sufrido la muerte de mis perros como las de un hermano. La muerte de mis familiares me han dejado descolocada, y no quiero ni imaginarme cómo sufriré cuando se vayan las personas que tengo todo el día conmigo, cuidándome y creciendo conmigo. Así que por ahora les digo adiós: no al cariño.

 

 

Foto portada por DevianART

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