Un 26 de mayo del 2014 nace mi Emilia Paz, tras un embarazo normal. Llega a mi vida con 37 semanas por cesárea programada. Una vez estando en la sala de recuperación de la clínica, aparece Andrés, papá de Emi y mi amor, junto con la matrona. Ambos me miran y es Andrés, quien con mi bebé en brazos me dice: está todo bien… excepto por un detalle: Emilia viene con un «pie bot unilateral”, que es una patita chueca, pero tranquila, es solucionable (paradójicamente, Andrés es Kinesiólogo).

No sé si fueron las palabras de Andrés, que fueron tan asertivas, la hormonas post parto o mi excesiva felicidad por la llegada de mi primera hija, que sinceramente no le tomé el peso en el momento y sólo me preocupe de cargarla y llenarla de besos.

Al día siguiente, luego de estar con mi bebé por unas horas, se la llevaron de la pieza y volvió con un yeso en su pierna derecha (parte del tratamiento de corrección). Fue así como semanalmente fuimos cambiando su yeso hasta llegar a su primer mes, donde correspondía su intervención quirúrgica (Tenotomía: corrección del talón de Aquiles). Ese momento fue cuando por primera vez sentí el corazón en la mano, tu primera hija de un mes había pasado por un proceso de ayuna de 8 horas, e iba a ser anestesiada por completo. Era lo más triste que me podía pasar, fueron horas muy angustiantes… pero felizmente y luego de un par de horas, salió todo bien (hasta ese momento).

Por diferentes razones junto a Andrés, optamos por una segunda opinión médica, pero esta vez en Santiago (soy de la ciudad de Antofagasta). Fue ahí cuando el diagnóstico fue triste. La corrección realizada en primera instancia no había sido efectiva, había retrocedido y tendríamos que operarla nuevamente. Emilia ya tenía cuatro meses. Fue ahí cuando yo creo que realmente asumí todo. Antes, no sé por qué razón no lo asimilaba en un 100%.

Lloré, me negué, cuestioné y sentí una profunda pena. No entendía por qué mi bebé siendo tan pequeña tenía que pasar por estas cosas. Pero como ella es primero y mi Andrés es un buen cable a tierra, me paré, me sacudí y le dimos con la segunda parte: una nueva tenotomía y tratamiento. Dicho tratamiento constaba en viajar cada diez días desde Antofagasta a Santiago a renovar yesos durante aproximadamente un mes y medio. ¡Uf! Realmente A G O T A D O R !

Post yesos vino la segunda parte de su tratamiento: su “férula”. Dicha ortesis debía ser usada las 24 horas del día, sin excepción, con la finalidad de mantener la corrección de pie. Este tipo de “aparato” no es algo muy típico, por lo cual las miradas disimuladas (y no tanto también) eran constantes, las preguntas, y los ¡Ay pobrecita! se llenaban en la boca de los ignorantes.

Emilia, luego de usar su ortesis durante cinco meses durante todo el día, pasó a la tercera parte del tratamiento y en la actualidad sólo debe ser usada para dormir sus siestas y por las noches hasta los cinco años aproximadamente. Vamos en súper buen camino y eso es lo importante.

Emilia, llegó a enseñarnos de perseverancia, de cómo alguien tan pequeño puede ser incluso mucho más fuerte que nosotros los adultos. Me ha dado fuerzas y ha sacado potenciales que jamás hubiese podido descubrir por mi misma. Nos hace constantes y aunque usted no lo crea ya casi le tengo cariño a ese apartito que le ayuda a mi bebé a corregir su “ detallito” como le digo yo..

Mi Emilia, aunque suene tremendamente repetitivo y cliché… saca definitivamente lo mejor de mí.

Emilia

La historia de Emilia

Emilia y yo

Catalina.

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