Debo admitir que soy una de ésas personas que vive conectada. Mi iPhone es casi una extensión de mí misma y mi marido me ha dicho más de un par de veces que está celoso de él. Las pocas veces que he pensado que lo olvidé en algún lado me llega a dar un dolor de guata impresionante y, cuando se me cayó el anterior y se me trizó toda la pantalla, lo que sentí llegó incluso a asustarme un poco. Y lo sé. Es un tema. Pero entre el chat con las amigas del colegio, el otro con las amigas de la universidad, el de mi familia, mi trabajo como Community Manager y varias otras excusas que podría seguir dando, me es difícil soltarlo. Excepto en aquellos momentos en que estoy sola con mi hijo.
Entre las miles de cosas que Julián me ha enseñado, una de las que más me ha llegado es cómo para él la comunicación es efectiva sólo cuando nos miramos a los ojos. Si él me está llamando, no le basta con que le responda con un “¿Qué?”, sino que no dejará de gritar “Mamá” hasta que deje lo que estoy haciendo, lo mire y le preste atención DE VERDAD. Y eso, -que nadie se lo enseñó-, es algo que no me gustaría que perdiera. Es algo tan puro como la inocencia que tiene a su edad. La importancia de detenerse, mirar al otro a los ojos y prestarle atención, es algo que hemos ido perdiendo de a poco y que él, sin quererlo, se encarga de recordármelo cada día. Lo que no quiere decir que no me siga costando. Pero bueno, sé que esa es una de las miles de cosas que vino a enseñarme y, de verdad, lo que más me importa en la vida es que sepa y sienta que siempre, siempre estoy para él. Así que, ¡en eso estamos!
¿Te pasa lo mismo con tu/tus hijo/s?
*Foto de portada de City Moms Blog
Daniela Vilensky (Self Little Mess)