Una vez cuando tenía seis o siete años me enojé con mis papás y me fui de la casa. Me llevé a mi perro y me escondí en un parque que había cerca. Pensé cómo haría para sobrevivir. En realidad, cómo lo haríamos, porque éramos el perro y yo. Era verano e iba sin zapatos. Mi rabia fue tan fulminante que salí con lo puesto… y con el perro, claro.
A Max, el protagonista de Donde viven los monstruos le pasa algo parecido. Una noche se disfraza de lobo y comienza la fiesta. Su mamá, no lo aguanta más y le grita “monstruo” y él le contesta “te comeré” y aquí empieza el viaje de Max. Su pieza se vuelve un bosque, y derepente un velero lo lleva donde habitan los seres más terribles, esos que hacen que las noches se hagan largas. Pero ninguno lo intimida, él es el más terrible de todos y por eso lo hacen el rey de todas las criaturas de la isla. Y la fiesta continúa, los monstruos bailan y las ríen con su nuevo monarca. Hasta que el niño bajo la piel de lobo se da cuenta de que echa de menos a alguien que lo quiera, y por eso decide regresar.
Vale la pena leer este libro para hacer un viaje como el de Max. Los miedos y sus derivados, los monstruos, son un tópico literario. Pensemos en todas esas historias de personajes malignos que extrañamente al final del cuento se vuelven buenos. Están esos otros que sólo existen para probar al protagonista, y al que debe vencer para descubrir una verdad o aceptar su destino. Pero hay pocas historias dirigidas a lectores tan chicos que den vuelta la cámara y muestren los monstruos que dan más miedo y que habitan en el protagonista.
Porque al fin y al cabo Max tiene rabia, como todos la hemos tenido alguna vez, una rabia purulenta que lo vuelve un animal que aúlla y que se revuelca en su sentimiento. Es el más grande, el más monstruo de lo monstruoso, pero finalmente ve que todo aquello es inútil, que lo que quiere realmente no lo tiene. Y no es hasta que aprende que debe ceder en su obstinación, que el barco vuelve a navegar a casa. El viaje sirve para descubrir una verdad, pero en esta ocasión no hay ningún lesionado.
Maurice Sendak, que falleció en mayo del 2013, escribió e ilustró este bestseller en 1963. Un libro corto, pero profusamente ilustrado, con personajes entrañables, que se te quedan en la memoria. Al igual que Max, un niño que no se quita su piel de lobo para cometer sus fechorías y hacer un viaje interior. La historia es simple, casi no hay texto y la acción es lineal, pero eso no resta profundidad a la historia, un verdadero clásico para adultos y niños.
En 2009 se estrenó la película, Where the Wild Things Are, dirigida por Spike Jonze y con guión de David Eggers (quién después escribió una novela para adultos inspirada en el cuento). La película ahonda e hipotetiza bastante más en el protagonista y su arranque de rabia.
Aquí tienen el tráiler: