¿Existen los objetos mágicos? Aquellos que abren portales hacia mundos inesperados y que permiten vivir las más memorables aventuras. “No”, dirán los escépticos. Los más crédulos quizá señalarán un vasija sagrada de una cultura milenaria. ¿Un niño? Para un niño una polera con rayas azules, una prenda totalmente cotidiana, puede ser el mecanismo mediante el cual la realidad se transforma en un juego.

Así comienza esta historia. Un día el protagonista, cuya mirada está totalmente descontaminada de la visión del mundo adulta, va a comprar ropa con su mamá. Y allí, comenta, “comienza esta aventura como un escalofriante cuento de terror”. Pantalones, camisas, la vendedora y la madre persiguen a nuestro héroe para que se pruebe alguna prenda. El corre y corre, esquivando los chalecos de lana que van detrás de él. Hasta que derrepente lo ve, lo agarra y aquello se transforma en un escudo. La camiseta de rayas azules, el objeto protector, que abre los portales de la imaginación y la realidad. De aquí en adelante las rayas azules se convierten en la excusa del protagonista para ver la realidad y que sea un gran juego.

Este es un cuento que anima a los niños a ver más allá de lo dado e inventarse un mundo diferente. Ver tramas ocultas y crear una historia a partir de lo común y corriente. Un ejercicio más pertinente quizá para los adultos, acostumbrados a una realidad monolítica y poco dados a la invención espontánea de historias. O una oportunidad para poder compartir ese momento de creación, cuando uno de los dos, el niño o el adulto, encuentra una pequeña fisura en la realidad y todo comienza a ser diferente. Aquí empieza el juego.

Iván Barreto

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