Cosas que uno va descubriendo con los días

Algo tienen los franceses con el lavado de sus autos que no logro entender muy bien, pero que al menos me hace entender mejor a mi marido y su forma de ser. En todas las estaciones que de bencina que he visto en este tiempo que llevamos de viaje, tiene de esas máquinas automáticas para lavar autos. Mi teoría, es que como la sal de la nieve mancha los autos, están en todas las ciudades full equipados para cuidarlos y aplican el lavado para cualquier mancha (regalo de los pájaros, barro, sal, un puntito negro en el vidrio o puerta).

Así que en cada estación de bencina que puede, Pierre lava el auto. Ahora entiendo por qué lo hacía siempre en Chile, pero frustrado por no encontrar a fácil alcance, lo dejaba para otro día. Y ahora también entiendo que cuide tanto el auto porque nos costó un mundo encontrarlo (gracias suegros!), y en algún momento querremos venderlo y hay que tenerlo en buen estado. Pero igual lo lava harto: HARTO.

Anoche, después de ir a comprar a Avignon algunas cosas que necesitábamos (es las afueras está toda la zona comercial), pasamos a lavar el auto. Y como siempre termina siendo una aventura entretenida para nuestras hijas, le dije – “ok… vaaaaamos” -.

En 5 minutos quedó impecable, las niñitas se durmieron después de tanta euforia y ya estaba todo listo para llegar a la casa y acostarnos. Pocas horas después de quedarnos dormidos, empezó un viento que muy parecido al que teníamos en el lugar donde vivíamos en Santiago, donde la casa quedaba entre medio de cerros. Aquí estamos entre medio de montañas, y el viento se llama Mistral. Y nos habían dicho “cuando llegue el Mistral, lo sentirán”. ¡Y lo sentimos en gloria y majestad! Obvio que se despertaron las niñitas, algunas puertas se abrieron, de verdad, mucho viento. Pero eso es tema para otra nota.

El asunto es que hoy temprano me las di de agrandada y quise ir sola al supermercado (queda a 100 metros) a comprar una mopa porque íbamos a hacer aseo profundo. Bueno, sola-sola no, porque iba con Emma, pero digo sola porque ando como lapa al lado de Pierre 24/7 por esto del idioma.

Antes de partir, salí a buscar dinero al auto, que estaba estacionado en la calle,  y vi que estaba todo sucio. ¡Sucio! Así como lleno de polvo, desde el techo hasta las ruedas. Me pasé mil películas por la cabeza, desde que no nos querían los vecinos y habían bañado el auto en polvo, hasta que bajaron los extraterrestres para hacernos una pequeña broma-

Y resulta que, después de muchas teorías en mi cabeza, una persona del pueblo le contó a Pierre que era arena del Sahara que a veces llegaba y se mezclaba con la lluvia. A r e n a  d e l  S a h a r a.  ¿Pueden creerlo? Aquí llega frío de Siberia y arena del Sahara, y yo me doy cuenta de lo lejos que estoy de casa. Obviamente me metí a google a buscarlo porque pensé que era una broma pero no… es real, muy real.

El auto hoy sigue sucio porque tan embalados no somos, y estoy esperando alguna nueva sorpresa, quizás humo de Holanda?

Ni la foto ni el auto son míos, pero igualito quedó el nuestro, y de a poco voy entendiendo por qué existen tantos lugares para lavar autos.

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