La nostalgia se vive

El día que decidimos cambiarnos de continente, yo sabía que era una decisión que cambiaría la vida. No sólo por todo lo nuevo que se venía, sino que también por todo lo que uno deja atrás: familia, recuerdos, domingos de almuerzos familiares, cumpleaños, llamados regulares por teléfono, e incluso más intenso para mí, dejar mi trabajo, donde estaba todo el día con mi papá y mi hermana.

Y a pesar de todo, con Pierre decidimos continuar con el viaje porque era un ahora o nunca. Las niñitas aún eran pequeñas entonces aún habían posibilidades de que fuera más fácil adaptarse en el extranjero. Y el llamado de irse a viajar uno lo siente en el corazón. No tiene mayor explicación que esa. Así que nos decidimos por el ahora.

Me preparé mucho tiempo mentalmente porque vengo de una familia bien unida. Y sabía que iba a  enfrentarme a la soledad de la familia, por la compañía de mi familia. Pero al final no hay preparación alguna que te haga desviar la nostalgia: está siempre presente. Supongo que en algunas personas más que en otras, y los más fuertes la pueden controlar. Pero no hay manual para tratar la nostalgia.

De a poco hemos armado una vida acá. Ya conocemos el pueblo, estamos conociendo mejor sus alrededores. Ya conocemos a nuestros vecinos, tenemos algunos amigos, algunas invitaciones, nuestro supermercado favorito, dónde comprar el mejor pan de chocolate, conocemos a otros apoderados del curso de nuestras hijas y ellas a su vez, ya tienen amigos. Pero hay días que son más lentos y tienes más tiempo para pensar, y recuerdas todo lo que dejaste. Es de esos días cuando te duele la cabeza y quieres un abrazo de tu mamá. O que el domingo te salga a buscar tu papá al estacionamiento para recibir a las niñitas y almorzar todos juntos. O simplemente conversar con tus hermanos mientras las sobrinas gritan atrás.

Viajar tiene una magia indescriptible. Es magia, simplemente magia. Solo así podría resumirlo. Te das cuenta lo grande que es el mundo, lo pequeño que eres en tu mundo, lo mucho que tienes por aprender y que hay tanto por hacer. Viajar te permite conocer nuevos idiomas, culturas, música, comidas. Viajar te hace grande. Conoces paisajes que sino verías en libros. Conoces nuevas personas y te desafías a ti mismo a entablar estas nuevas relaciones.  Viajar es crecer, tal como sentir nostalgia es parte de viajar.

¿Qué puedes hacer estando lejos?

La buena noticia, es que hoy tenemos tecnología en la palma de nuestras manos, para llamar, escribir, hacer videos y conversar al instante. Con todo eso a disposición, estar lejos se hace más fácil.  
  • Escribir de tu vida. Cómo son tus días, preguntar cómo son los días de quienes se quedaron en tu país. Tienes mail, postales, cartas y Facebook.
  • Llamar. Tienes skype y FaceTime a tu disposición.
  • Llevar contigo tus fotos favoritas. Las dejas cerca, así los sientes siempre cerca.
  • Hacerte presente en cumpleaños y celebraciones. Puede ser por medio de una llamada o un video.
  • Mantener contacto siempre: un llamado, un mail, una postal. Todo será felicidad para quien lo reciba, y por ende, para ti.

Nunca dejaré de recomendar salir de la zona de confort por irse a descubrir a uno mismo. Irse a estudiar, a recorrer, a tomar fotos, a trabajar, a vivir, a probar suerte, o el motivo que sea: siempre será enriquecedor. Y la nostalgia algo que uno lleva y termina hasta tomándole cariño.

2 comentarios
  1. Me encantó haber encontrado este blog! Llegué copuchando por Instagram y ya me he leído varias historias… 🙂
    Soy chilena, casada con un gringuito maravilloso que conocí en Chile hace 10 años. Y al igual que ustedes decidimos aventurarnos y comenzar una nueva vida en USA (hace 3 años ya!). Así que me siento muy representada en lo que están viviendo con este gran y mágico cambio.
    Cariños desde USA.

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